viernes, febrero 06, 2015

Intento #1

Mi dedo se desplaza corto
sobre la sábana aún blanca
su rostro muestra una mueca
su expresión me deja absorto

Una explosión la sacude
Parece que su alma contrae
Hay sudor que por su frente cae
Y sonrisa a su cara acude

La pluma bordea su mente
Ya que todo ha terminado
Nuestro odio hemos consumado
Dolor es lo que ahora siente

Me mira con rabia extrema
Sabe bien que la he amado
Jamás he de ser perdonado
Con esto termina la tregua

Ahora lo entiendo todo
He jugado con su destino
La he ligado al mio mismo
Se muy bien que estoy maldito

lunes, mayo 19, 2014

What's that thing called love

There is a girl I used to know. She had a guy. Back in the day everytime I talked to her I felt awful. You see, she suffered all the time. Their love was a thing that no one could understand. Both of them try really hard but every single time something was ripping them apart. I used to think that I wanted that. I mean, all the meaning, the purpose of life. It doesn't matter the pain. Some people says that's the only way to feel.

There is a boy I used to know. He had a gal. Back in the day everytime I talked to him I felt awesome. You see, he had everything everyone of us always want. She was really beautiful and smart. Their relationship was heaven for them. No matter what, they always found the way to be together. I used to think that I also wanted that. I mean, all the happiness. It felt just right, like they were meant to be in that place at that time. Some people says that only happen once in a lifetime, maybe twice.

The girl and the boy they don't knew each other until last month. I had a party at my flat. Both of them arrived alone, single. For both their respective partners was life. But now, they're just a memory of the past. Not a good one, not even a bad one. Just the past.

I talked with her first. She says "Armand was a good man, but the time wasn't right. I loved him to death. He was everything in my mind. But we both made mistakes and now he is with a blonde in some beach of the Mexican coast. And I know that I want to love, but right now I just hate men". And then she told me she was dating a guy, he was nuts for her but she didn't care. She thinks he is not the right one.

Then I talked to him. He was suddenly interrupted by the tone of his mobile. "I love you too, you know I do." I asked him whatever happened to Darla. He answered that the love just vanished. After all those years, they just don't wanted to keep going. He didn't talk to her for 3 long years. He used to give everything for her and now he doesn't want to listen to her voice. And all of that due to boredom. "Natalya is a good girl. I love her very much. I think this one is the ONE. You know what I mean?" Then she called him again. "Love ya" was his last line.

Then they knew each other, and the very same night they fuck their brains out. Both broke up with their respective partners at the time. That wasn't even sad. They screamed, they cried, Armand and Natalya found out that they were cheating, so they screamed and cried also. They both moved on with their lives. That happend a month ago and started to date again. Not to each other I have to say. They want the love of their lives.

Life is not about love. But love is about life.

lunes, febrero 04, 2013

Suerte

Ochenta años, ahí estaba sentado en el diván, con la libreta en el piso, la pluma en la mano. Su otra mano yacía sobre su frente, sus ojos estaban cerrados pero a pesar de eso sus párpados dejaban escapar lágrimas, sabía que pronto el sueño lo vencería para jamás despertar y lo único que pensaba era “¿Qué es real?”. 

Si algo es real ¿debería poder repetirse? Pensó en todos los logros de su vida, su familia, sus amigos, ninguno era igual, pero todos eran grandiosos.

Sus libros no. Jamás pudo volver a ganar un premio.

martes, enero 22, 2013

Los Búhos

Acabo de entrar a mi nueva oficina. La gente comienza a girar sus cabezas. Por un momento me siento filmando un documental donde toda una comunidad de suricatas se percatan de mi presencia, sólo que algunas de ellas me ven como un predador invasivo mientras que las demás no piensan que son suricatas sino las más feroces de las pirañas.
 
Al menos eso es lo que imagino. Incluso se que es un 50/50 la división de estas suricatas empresariales. Puedo identificar fácilemente a las pirañas por sus miradas. Es curioso, no son vacías como las de un pez. Son centradas como las de los felinos. En serio parece que en cualquier momento van a saltar a mi cuello, lo cual arrunaría un par de escritorios y computadores.
 
Ese es el efecto de ser el gerente regional más joven de esta legendaria compañia. Parece que fuera algo sin precedentes y motivo de orgullo. Parece, pero en realidad no lo es, o mejor dicho es intrascendente, pero las pirañas-felinas parecen no entenderlo.
 
Y ese es el efecto que causa esas pequeñas cantidades de éxito en carreras donde no existen las estrellas. Es verdad, soy tratado ahora como una, tengo mi parqueadero privado, mi auto también es proporcionado por el patrocinador, inclusive los trajes vienen con un descuento, pero igual me siento detrás de un escritorio. A ellos les da envidia, a mi me dio alguna vez, pero no en este rubro, en el colegio no fui el más alto, en la universidad no fui el más listo, pero siempre creí que algún talento debía tener. Resultó que mi talento es hacer presentaciones y hacerle creer al cliente que mis ideas son sus ideas.
 
Las pirañas-felinas desearían ser como yo. Las suricatas desearían ser como yo. Yo desearía ser como me ven, pero no lo soy. Soy un engrane, un botón, una palanca. No existe ninguna relación entre lo que hago y yo. Son solo cosas que hago, como respirar, respirar también se me da muy bien.
 
El punto es que he comenzado a odiar a todas estas suricatas. Inclusive a las que se creen pirañas-felinas. Sus vidas son patéticas, concentran todo su esfuerzo en crecer en un trabajo que odian. Inventan una vida perfecta fuera de estas cuatro paredes solo para presumir entre si, pero la verdad es que les gusta ser suricatas que solo levantan la cabeza cuando algo pasa porque no son capaces de provocar que algo pase.
 
Menos él, el Buho. Le he llamado así por la creencia popular de que los buhos son sabios. Se la pasa recorriendo la oficina, parando en cada escritorio, extendiendo sus alas al máximo y penetrando las mentes inocentes de los demás con sus ojos enormes. A él lo odio más, su arrogancia es intolerable. Si alguien necesita un dato innecesario sobre un deporte que nadie practica, que nadie ve, el esta ahí. Extendiendo sus horribles alas.
 
La otra vez estaba hablando de música, de cine, de literatura. Siempre pensé que era otra fantoche suricata que se inventa datos para parecer interesante entre sus semejantes, pero con estos temas en particular me di cuenta que el Buho no miente, todo lo que dice es verdad. Debí llamarlo el Loro, está repitiendo cosas que escuchó alguna vez, pero el Buho se ajusta mejor, porque al igual que el ave, ¡es estúpido! La gente no sabe que en realidad el noble animal es una bestia de inteligencia limitada y que su aspecto de sabiduría es solo una antropomorfización sin sentido.
 
Pero no miente. Todo dato que escupe es un dato real. Me di cuenta que el es una copia al carbón mía. Soy igual a este espécimen de oficina. ¡no puede ser!, a él todos lo odian, a mi no, es decir, en esta oficina lo hacen porque me transfirieron hace poco, pero en mi antigua sede no era así, todos me escuchaban atentos cuando yo... extendía mis alas de escritorio en escritorio. 

Maldita sea.
 
En realidad algo nos diferencia, soy más alto, más listo y definitivamente mi voz es mejor.

viernes, enero 04, 2013

La Autopista Final

Antonio llevaba ya varios años conduciendo automóviles para gente importante en Estocolmo, pero sólo hasta el mes anterior le había tocado llevar a alguien de tan alta alcurnia como la princesa Margarita de Sacramento, o eso era lo que le hicieron creer, en realidad era una Duquesa de menor cuantía que tal vez tenía menos dinero que Antonio pero lograba sobrevivir gracias a esa pequeña mentira que adornaba su título real.

La Princesa, tenía una buena impresión de Antonio, le gustaba su forma de ser y lo educado que era, además esa inteligencia sagaz que poseen los latinos, sin embargo tal vez producto de lo servicial que era su conductor comenzó a tomar ventaja de la situación, muchos decían que era conscientemente, muchos decían que ella a veces no se daba cuenta de ese tipo de detalles, personalmente pienso que era una mezcla de ambas cosas, como suele suceder con esas mujeres atrayentes de mirada inocente que esconden una malicia seductora. Pero lo importante no es lo que este humilde narrador piense, ni lo que los conductores cotilleaban cuando en las noches gélidas esperaban a sus empleadores a la salida de sendas mansiones del norte de Europa. Lo importante fue lo que pensó Antonio luego de algunos meses.

Al cuarto mes de conducir para La Princesa, sucedió un evento que colmó la paciencia de Antonio, debido a esas extrañas circunstancias de la vida ambos vivían en la misma calle, el en una humilde casa y ella en los lujosos chalets, separados tan sólo por un par de cuadras, hecho que aprovechó Margarita para escabullirse y tomar prestado el carro de Antonio, carro que obviamente no pertenecía a él, sino era una especie de préstamo de la empresa que conseguía los contratos, después de cierto tiempo y una módica suma el auto sería suyo. Margarita tenía una fiesta y no podía ser llevada por su chofer particular, la gripa se apoderó de él y era imposible que saliera de casa, ella de manera coqueta le dijo que no habría problema, que no se preocupara por ella, igual era una fiesta entre miles de las que había asistido y las millones por venir. El pecado de Antonio era tener un sueño variable, a veces completamente pesado, tanto para no despertar cuando las luces de su auto se encendieron para alumbrar la totalidad de su cuarto, tan pesado para no escuchar el sonido del caucho quemándose en el asfalto cuando se da reversa de manera abrupta, tanto para no despertar incluso después del estruendoso sonido de la bocina que Margarita apretó por equivocación. Y a veces su sueño era tan liviano que el ligero sonido de los frenos cuando el auto arribó a su acostumbrado lugar de parqueo lo despertó.

Antonio se limitó a observar a través de la persiana, La Princesa salió corriendo, en medio de risas y el humo detrás de ella, fumar era uno de sus placeres favoritos, pero este humo era del motor del auto. En la mañana Antonio fue al apartamento de La Princesa, la puerta estaba abierta, tomó las llaves y se marchó para llevar el auto al taller, apenas entró al auto pensó que ese había sido un momento perfecto para asesinarla, y desde ese día esa idea nunca abandonó su cabeza, quería matarla, una niña malcriada no merecía vivir.

Un día discutiendo por muchas cosas y nada a la vez le dijo que su título tal vez se deba a su terquedad, si no hubiera nacido princesa probablemente lo hubiera sido de todas formas. Una necia princesa, fueron sus palabras exactas, fue la primera vez que ella estuvo en silencio largo rato, luego le contestó que justo así había pasado, que su título en realidad era un apodo que sus seguidores que la amaban le habían otorgado. Y justo en ese instante él lo decidió, debía irse con ella, el auto, motivo de discordia y el principal motivo por el que conoció a la tormentosa Margarita de Sacramento sería su tiquete de salida a una mejor vida, eso esperaba el para si mismo, para ella esperaba el peor de los infiernos.

Llegó el día, una viaje en autopista sería el final, sus manos sudorosas aferraban con fuerza el volante, de vez en cuando ojeaba rápidamente el velocímetro, 65 millas era el límite, alcanzó las 75 y comenzó a recordar todas las discusiones que tuvo con ella, por ella, desde cosas triviales como las colillas de cigarrillo acumuladas en el cenicero del auto, hasta cosas importantes como si la dictadura en su país natal estaba justificada o no, cada recuerdo aumentaba unas 3 millas en su velocidad actual, 90 millas por hora y ahora ella subía sus pies sobre el tablero, el detestaba eso, sin embargo este viaje era diferente, no sólo por el deseo irrefrenable de Antonio de estrellar su auto contra un árbol sino por el silencio sepulcral de la Princesa durante el recorrido, cada instante que pasaba aumentaba su curiosidad, ella simplemente yacía pensativa sobre el asiento, su dedo pulgar era suavemente mordisqueado por sus brillantes dientes, pensó en lo hermoso de esa escena y que si alguien tuviera que documentarla probablemente escribiría 'mordisqueado' porque era lo absurdo de la combinación de palabras, actitudes y momentos lo que hacía maravilloso el instante.

Se distrajo por ese pensamiento, la mezcla de cosas que sentía en su estómago lo confundía, el miedo era una, claramente era miedo, nadie a más de 100 millas por hora con la intención de chocar un auto puede no sentir miedo, pero también tenía nostalgia, aunque nunca se explicó por qué la sentía siempre, sabía perfectamente porque la sentía con más intensidad que nunca en ese instante, pero luego comenzó a odiarla de nuevo, de hecho re-interpretó ese silencio de la Princesa como una manera más de humillarlo, de dejarlo sin su bien más preciado, el habla.

Ella lo miraba también, pero él estaba tan absorto en su plan que no se daba cuenta, es irónico pensar que justo lo que odiaba de ella era lo que el mundo odiaba de él, porque en eso se parecían demasiado Antonio y Margarita, a pesar de haber nacido a decenas de miles de kilómetros de distancia. 

Antonio vio el árbol perfecto, su curso comenzó a cambiar sutilmente, cada vez más hacia la izquierda, cada vez más hacia un futuro sin ella, de repente tal vez como sospechando de su destino Margarita habló.

-Antonio, ¿sabes que deberíamos hacer?- Inquirió ella como dando por hecho de que su interlocutor sabía leer el pensamiento.

-No tengo idea.

Respondió Antonio mientras pensaba que todo este plan era ridículo, que ese nudo en el estómago no era odio sino todo lo contrario, que esa nostalgia que sentía era en realidad el extrañar los momentos en que La Princesa no ponía sus pies en el tablero del auto mientras le hablaba de las hermosas pinturas de Monet que él nunca llegó a comprender, que los deseos de acabar con la princesa malcriada eran en realidad celos e impotencia de que ella tuviera todo un mundo a sus pies pero no se fijara en aquel conductor que además de ser su chofer particular era su confidente.

En ese instante sus miradas se cruzaron, Margarita dijo que lo mejor que podían hacer era chocar el auto.

viernes, agosto 05, 2011

Un Par de Locos

Ruth vivía en una vieja casona ubicada al norte de la ciudad, el parque que quedaba en frente definitivamente era su lugar favorito, de hecho parecía que su tiempo se esfumaba entre los arboles blancos que rodeaban aquel sitio, sin embargo para ella parecía que era un par de horas al día, lo cual en realidad no era ninguna molestia, tal vez la compañía que siempre tenía en ese parque era lo que hacía que el tiempo pasara tan rápido, su nombre era Alain Jonas, un sueco que llevaba ya tanto tiempo en la ciudad que su acento era perfectamente nativo, inclusive su conocimiento sobre este pueblo crecido incrustado en la montaña era sorprendente, parecía más un guía del lugar que un turista que llegó por accidente y decidió enamorarse de un paisaje melancólico.


La vieja Ruth como la llamaba todo el mundo, cosa que odiaba con todas sus fuerzas, provenía de una familia adinerada del interior del país, sin embargo para ella esas cosas no tenían la menor importancia, tanto así que ni siquiera se hablaba con su familia, de hecho su mente rencorosa borró cualquier recuerdo que pudiera atormentarla en ese presente mágico que estaba viviendo, siendo así que ni siquiera sabía por qué era propietaria de semejante casona y mucho menos el por qué le tenía rencor a su familia, igual cada vez que veía a Alain era suficiente para mandar todo el mundo al carajo en especial la vecina que con su cara de militar y su vestido blanco inmaculado la hacía sentir nauseas de sólo hablar con ella, pero Alain parecía siempre inmerso en otro mundo, tanto así que nada del pasado de Ruth conocía, ella algunas veces pensaba si eso era una muestra de un amor incondicional o de total indiferencia, tal vez era lo único que le molestaba del hombre que amaba, el resto de sus cosas, por pequeñas que fueran simplemente la volvían loca, jamás había querido a un hombre de tal manera que el solo verlo le doliera de lo enamorada que estaba, además de su profunda admiración por su sorprendente intelecto, ella, una rubia latina de armas tomar que disfrutaba de una vida desenfrenada llena de sexo, drogas y música estridente jamás se vio a si misma siendo una devota compañera de un filósofo escandinavo.


Sin embargo todo llega a un final, y el final de esta historia se dio la tarde del 14 de noviembre, o al menos eso creía Ruth, pues en realidad su tragedia había comenzado mucho antes. Ese día la mañana fue como cualquier otra, un recorrido por su casa y luego la discusión de siempre con la vecina de blanco, en la tarde el paseo en el parque estaba enmarcado por un cielo espectacular, poco visto por estas latitudes llenas de lluvia y frio sabanero, pero fue ese cielo el detonante de un fin jamás sospechado.


-¿No te parece hermoso ese cielo Alain?-, inquirió ella después de haber tenido una conversación sobre Dostoyevski.


-Jamás había visto un cielo tan verde-. Respondió el, ella lo tomo como una broma, pero el tono de su voz no delataba ninguna otra intencionalidad. Siempre habían hablado de escritores europeos, de corrientes del pensamiento, de filosofías de vida, de música, de pintura, de cualquier cosa que estimulara la mente, inclusive él le confesó que a pesar de una vida plena y sana había probado ciertas sustancias alucinógenas, pero jamás se habían detenido a contemplar ese mundo de la percepción, esos detalles que colorean la vida.


En ese momento ella pensó que en realidad no conocía muchos detalles de este sueco, pero es que los detalles no son determinantes a la hora de entablar una relación social, o al menos eso era lo que pensaba ella, y es que ¿Qué importaba que Alain fuera daltónico? Su percepción fotosensorial no afectaba la forma en que la miraba a ella, ellos eran mucho más que haces de luz rebotando sobre sus pieles, ellos eran nubes de sentimientos y pensamientos enfrascadas en la pasión que se despertaban mutuamente cuando se tocaban.


Ella le respondió. –El cielo es azul Al-, una risa estruendosa fue lo que obtuvo del sueco, -Por favor Ruth, obvio que es azul, los viernes, pero hoy es jueves, hoy es verde, si es que no se lo llevan primero los malditos gorilas espaciales-. Por primera vez desde que estaban juntos, Ruth sintió la necesidad de soltarlo, y así lo hizo, la mirada indiferente de Alain la entristeció, y salió corriendo hacia su casa. Ahí en la puerta estaba la dama militar de blanco, esa vecina que Ruth odiaba tanto, ahora su sentimiento cambió a rabia, no quería que nadie la viera así.


En su cuarto simplemente se dedicó a leer, sacó su texto favorito, 12 cuentos peregrinos, del nobel colombiano García Márquez, eso siempre la reconfortaba, un cuento en el que a pesar de las dificultades el amor terminaba triunfando sobre todo, el amor que estaban destinados a tener desde un principio. Pero su parte pensante bien cultivada por sus largas conversaciones con Alain Jonas la hicieron preocuparse de la salud de su amado, tomó el teléfono y llamó a una amiga doctora.


-Sé que no es tu especialidad, pero necesito consultarte algo-. Al final pactaron una cita, increíblemente al siguiente día fue su odiada vecina quien la acompañó a donde su amiga.


-Alain perdió la cabeza, está completamente loco-. Así inició una conversación reveladora, por lo menos para Ruth que tenía un mar de dudas.


-Háblame de este Alain-. Ruth comenzó a contar todo con lujo de detalles, la mirada pasiva de su amiga la ponía incomoda, después de unos 20 minutos de monólogo fue interrumpida.


-Esther, ¿tú sabes por qué estás aquí?-. ¡Esther! Ese nombre estremeció los más profundos lugares de su memoria, había escuchado ese nombre antes, pero no tenía la menor idea de por qué su amiga la llamaba así.


-María, ¿Quién carajos es Esther?-, la Dr. María González era la psiquiatra de cabecera del centro de rehabilitación La Casona, el informe que estaba llenando indicaba que después de varios meses de mejoría donde Esther Ramírez estaba llegando a la meta de recuperación total a pesar de su avanzada edad se habían visto truncados cuando volvió a recurrir a la personalidad de Ruth Alcalá de Jonas, personalidad que había adoptado después de encontrar un viejo diario de la que en tiempos coloniales fue la dueña de las actuales instalaciones del sanatorio.


-Esther, tenemos que llevarte a otro lugar, eres ya muy peligrosa para los demás pacientes, deja que la enfermera jefe te lleve-, la enfermera de blanco se acercó amablemente a pesar de las miradas llenas de odio de Esther, o “La vieja Ruth” como se hacía llamar ella cuando se desnudaba por el jardín de La Casona mientras gritaba “vean a la Vieja Ruth y pónganse de rodillas que están en mi casa locos hijueputas”.


La sentencia fue sorpresiva para algunos, ¿cómo podían confinar a un reclusorio para criminales a una pobre anciana de 75 años? Pero una vez leyeron los cargos todo fue más claro, a pesar de su edad aún tenía la fiereza de la juventud no sólo en su cabeza, también en su cuerpo, una muestra de eso fue que asesinó a otro recluso de La Casona, Carlos Andrés Montoya, un manizalita moreno de 25 años a quien Esther cariñosamente llamaba El Sueco.

lunes, marzo 07, 2011

FUEGO


La encontró con sus tiernos hombros desnudos, bañados por la luz de la luna…
El fuego ardía constantemente, para siempre desde el día de su nacimiento, Roberto estaba consciente de este suceso y se lamentaba del amor de sus padres. Se encontraba en un valle rodeado de montañas grises sin embargo toda la pradera lucía totalmente verde, lo cual era muy curioso debido a que era la media noche del 14 de abril y la luna ni siquiera asomaba su cara tal vez como un vaticinio de lo que iba a suceder.
Roberto sabía que de alguna forma podría detener la llamarada que cada vez crecía y crecía, pero lo que no tenía claro era cual de todas era la forma correcta, había intentado con agua, con tierra, con pasto, con sus pies, con su chaqueta de cuero, con la fuerza total de su pensamiento, pero el resultado era siempre igual, tenía tanto miedo que esta vez simplemente se quedaría quieto a ver como el fuego lo consumía todo.
Y así fue, el fuego fue avanzando, arrasando con todo el pasto y fue alcanzando a su vez los pocos árboles que había, inslusive a lo lejos se podía observar como las montañas ardían con fuerza y el paisaje hermoso que recibía a Roberto ahora lo encerraba en un infierno, pues las llamas consumían todo menos el, un círculo perfecto lo rodeaba y los ojos de Roberto reflejaban todas las tonalidades de rojos y naranjas que había por doquier, convirtiendo aquella noche oscura en el más grotesco de los espectáculos.
Pero lo peor de todo era que a pesar de lo relativamente desierto que se encontraba el lugar, Roberto podía ver claramente como toda su familia y conocidos eran asesinados lentamente por el calor de las llamas, lágrimas recorrían sus mejillas debido al dolor y sobre todo a la impotencia de no poder salvarlos, porque a pesar de todo seguía inmovil, muerto del susto y esperando el no tan sutil abrazo del fuego.
Cuando sucedió Roberto vio toda su vida como si de una película se tratara, las llamas primero acabaron con sus ropas y luego derritieron su piel, las imagenes que llegaban a su cerebro eran extrañas pues se veía a si mismo como una sombra en el centro de la pira, gritos desgarradores, movimientos imposibles, se retorcía del dolor insoportable y clamaba para que se detuviera todo pero cada vez las llamas intesificaban su poder, y de nuevo todo su pasado hasta ese momento al tiempo que se veía a si mismo fundiendose con las llamas se terminaron cuando todo el fuego del valle desapareció y sobre la tierra gris muerta yacía un cuerpo carbonizado, de pie, era Roberto, y las llamas desaparecieron justo en sus ojos, una enorme sonrisa dibujaba su rostro, sus dientes resplandecían, blanco perfecto en medio de su chamuscada piel.
… y entonces, lo hizo.