Ochenta años, ahí estaba sentado en el diván, con la libreta en el piso, la
pluma en la mano. Su otra mano yacía sobre su frente, sus ojos estaban cerrados
pero a pesar de eso sus párpados dejaban escapar lágrimas, sabía que pronto el
sueño lo vencería para jamás despertar y lo único que pensaba era “¿Qué es
real?”.
Si algo es real ¿debería poder repetirse? Pensó en todos los logros de su
vida, su familia, sus amigos, ninguno era igual, pero todos eran grandiosos.
Sus libros no. Jamás pudo volver a ganar un premio.
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